Detrás y delante de toda vocación al sacerdocio o a la vida
consagrada, siempre está la fuerte e intensa oración de alguien: de una abuela,
un abuelo, de una madre, un padre, de una comunidad...
Por eso Jesús dijo: "Rueguen, pues, al Dueño de la mies -es decir, Dios
Padre--, que envíe obreros a su mies". Las vocaciones nacen en la oración
y de la oración; y solo en la oración pueden perseverar y dar fruto.
Me gustaría insistir hoy, [...] A que oremos especialmente por los nuevos
sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta
mañana. Eran diez jóvenes que dijeron sí a Jesús y han sido ordenados
sacerdotes esta mañana. E invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer
del "sí". Ella ha aprendido a reconocer la voz de Jesús, desde que lo
llevaba en el vientre. Que María, nuestra Madre, ¡nos ayude a conocer cada vez
mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el camino de la vida! (S.S.
Francisco, 21 de abril de 2013).
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