"También yo alzo la voz,
suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta Sagrada Mesa con una conciencia manchada y
corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que "toquemos" mil veces el Cuerpo del Señor, sino condena,
tormento y mayor
castigo..." (San Juan
CRISÓSTOMO, 354-407).
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