LOS ÍDOLOS DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION (Coromoto Yépez)


En el encuentro que sostuvimos el sábado 10 de agosto, con la finalidad de conocer y reflexionar sobre el Primer Modo de Orar, según San Ignacio de Loyola, con la dirección espiritual del Padre José Martínez de Toda, pedimos al Señor que nos diera la gracia de conocer en qué habíamos faltado acerca de los diez mandamientos, asimismo, le pedimos ayuda para enmendarnos, inteligencia para guardarlos, pero no como una obligación o una carga, sino por sólo amor a Él.

Al reflexionar sobre el primer mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”,  nos hicimos cada uno la pregunta: ¿Tengo otros dioses?. Al revisar la Guía de Estudio, pudimos recordar algunos de esos ídolos que intentan o intentaron, en algún momento, gobernar nuestra existencia, como es el dinero, las drogas, el alcohol, el sexo indebido, el poder, la corrupción, el tener, el placer, las santerías y brujerías, la estima propia, mi yo (protagonismo). En medio de la reflexión, surgió la propuesta de considerar la adicción a los video-juegos, que cada vez más ocupan espacios de la vida de los niños y adolescentes en nuestra sociedad y, por qué no decirlo, de los adultos también, a través de los celulares, ipod, etc. Esta situación la advertimos en nuestro país, en nuestras familias, pero es un hecho que está ocurriendo a nivel mundial, como resultado de la globalización y la consecuente inserción, cada vez más creciente, de la tecnología en la vida humana.

No es que la tecnología sea dañina, al contrario, ella ha permitido muchos avances y desarrollos en los ámbitos científico, económico, social, relaciones internacionales, etc, sin embargo, la creación de equipos y sistemas también ha sido utilizada como una manera de alienación social que apenas es perceptible, conduciendo al individuo al fortalecimiento del yo, al trabajo individual más que al colectivo, a las decisiones excluyentes, en fin, al aislamiento del hombre y a la desintegración familiar.

Esto nos debe conducir a reflexionar cómo estamos actuando en nuestra condición de seres espirituales, maravillosas creaturas de Dios. Cabe preguntarnos si la tecnología se encuentra a nuestro servicio, para el logro del bien común, o somos adictos a su compañía y nos sentimos plenos al disponer de ella, de tal suerte que aquellos componentes humanos, verbigracia, la familia, los amigos, los valores, las responsabilidades frente al Estado y la sociedad pasan a un segundo plano. Si la respuesta es afirmativa, debemos entonces concluir tristemente que mucho distamos del ser más importante en nuestra existencia, el Padre creador del universo y de nuestra pequeña humanidad.



Es necesario revisarnos, si hemos convertido en ídolos los instrumentos tecnológicos, o permitimos que nuestros hijos e hijas así los aprecien. Nos debemos preguntar: ¿Cuántas veces abrazamos a nuestros hijos cada día?, ¿Cuántas veces les manifestamos nuestro amor?, ¿Cuántas veces fortalecemos su autoestima y sus valores? ¿Cuántas veces compartimos una cómplice conversación o un juego con ellos? ¿Cuántas veces les hacemos comprender que tienen un compromiso ante la sociedad y el Estado para trabajar por el bien de la humanidad?, ¿Cuántas veces les hablamos de Dios y les enseñamos su palabra?, ¿Es realmente nuestra vida testimonio para nuestros hijos del amor de Dios?. Hermanos, es tiempo de ocuparnos de los niños y adolescentes, para que se cumpla en ellos la misión que nuestro Señor pretendió al bendecirnos con su vida.

Para finalizar estas reflexiones, les transcribo el Tema del Día 11 de agosto de 2013 (al día siguiente del encuentro) que, a propósito de este asunto, aparece en el Oracional “El Man está Vivo” del sacerdote colombiano Alberto Linero (Eudista), quién señalaba:

“El hombre moderno está seguro de que sólo se basta a sí mismo, no necesita de Dios ni de los otros seres humanos, para él sólo es posible lo que puede lograr por sus fuerzas, por su inteligencia, por su capacidad y su trabajo. La modernidad secularizada no da espacios para Dios en la vida del hombre, no considera necesario orar, no hay que tener intimidad con Dios, porque eso no genera los resultados inmediatos que se esperan. Una de las características de la modernidad consiste en cerrarse a lo trascendente, porque se declara al ser humano como totalmente autónomo de cualquier fuerza exterior que pueda intervenir en su vida. Estoy seguro de que si le propongo a mi sobrino que juguemos un partido de dominó, cuando tiene un nintendo DS en la mano,  no va a pararme bolas. Mientras este juego de mesa, el dominó, le permite interactuar con los demás, trabajar en equipo, analizar, interpretar el juego de los otros y pensar para tomar buenas decisiones, el video juego le da el goce inmediato de barrer a los que se interponen para alcanzar su objetivo. Eso le produce un goce inmediato que de pronto el dominó no le va a generar. La cultura moderna amplía el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, anular puntos de referencia, destruir sentidos únicos y valores superiores; se presenta así el peligro de tener una cultura despersonalizada  o hecha a la medida de cada uno. Predomina en esta era el valor del derecho de realizarse. Seguro que si obligo a mi sobrino a compartir con la familia el dominó, que nos une, me dirán que ‘estoy violentando su derecho de realizarse’, aunque el video juego sólo le permita a él disfrutar de sí mismo. Considero que tenemos que seguir generando espacios para compartir en familia, donde experimentemos la alegría de vivir junto a los otros, superando el individualismo y el placer egoísta. Oro por ti: Bendito Dios, te pido por la familia de quien reflexiona conmigo, ayúdala a vivir en unidad, redescubriendo el valor de compartir con los otros y construir la vida con los demás. Amén. (Alberto José Linero Gómez: Oracional Diario N° 130. El Man Esta Vivo. Minuto de Dios. C&A Editorial Ltda. Barranquilla Colombia, Agosto 2013. pp. 22-23).


Coromoto Yépez Ceballos
Comunidad Ignaciana de S. Francisco
Correo electrónico: corito1969@gmail.com
0412-6098016

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