martes, 10 de septiembre de 2013

SUPLICA PERSONAL


Señor Jesús, concédeme el don espiritual de comprender bien quién eres para mí. La iluminación interior que necesito para ver cómo actúas en mí. Necesito comprender que estás en mí. Sólo Tú me puedes transformar. Me dejo en tus manos, sí, para que me modeles a imagen de tu amor.

Señor te abro la puerta de mi alma y de mi vida para que puedas "hacer de mí" una obra de tu amor. Que yo pueda experimentar que tu amor es fuerte como la muerte y como la vida.

Haz que sea capaz de ver, de mirar, de escuchar, de atender y oír tu voz y tu Palabra. Deseo sentir tu corazón junto al mío, tu mirada en mis ojos, tu presencia en mi vida..., siempre en mi vida.

Te suplico que hagas por mí y en mí lo que te plazca. Sólo quiero responder a tu amor.

Y tú, dice el Señor, ¿qué estás dispuesto a hacer por mi?

Señor, Dios mío, todo..., quiero vivir en ti, estoy dispuesto a dejarme en tus manos amorosas. Sólo deseo ser en ti y vivir siempre en tu amor. Nada más. Sólo deseo amar y dejarme amar por ti. Abandonarme en tu amor.

Estoy dispuesto a ser cada vez más pobre de alma, y más pobre en la vida. Para ello te suplico que tú me hagas pobre, y me concedas la humildad de María que, desde el silencio oculto de Nazareth, donde pronuncia su "fiat", y a lo largo de toda su vida, acepta tu voluntad amorosamente, sencillamente, generosamente, gozosamente..., con una alegría que no tiene fin.

Estoy dispuesto a compartir el misterio de entrega de Cristo; a sumergirme en Él, esconderme en Él, perderme en Él, fundirme en Él, desaparecer en Él... para después poder ser su testigo entre mis hermanos. Y llevar su paz a los que me necesiten y a los hermanos que constituyen mi entorno fraterno o familiar, de quienes deseo sentirme humilde servidor.

Quiero estar disponible para vivir entre mis hermanos de modo que el perdón sea el centro de todo, junto con la paciencia, la pobreza, la presencia, la oración. Quiero vivir mi entrega de una manera cada vez más sencilla, y a la vez más clara, cada vez más callada, y al mismo tiempo más elocuente, más real, más viva, más concreta, más palpablemente significativa. Y sin pretensiones...

Quiero pasar siempre desapercibido, que sólo tú seas el protagonista de todo en mí, sólo tu Palabra la que resuene en mis labios, sólo tu amor el que vibre en mi corazón, sólo tus gestos de ternura los que nazcan de mis manos.

Deseo ser disponible y ser digno de llevar contigo la cruz y hacer míos los sufrimientos de la Iglesia. Quiero vivir en la actitud interior de quien desea ser una ofrenda de amor a tu gloria y para la salvación de todos, especialmente de los excluidos de la sociedad. Quiero estar plenamente disponible a la obra y a la acción del Espíritu Santo en mí. Que Él me selle con el sello de fuego del amor, que Él me purifique y me sane, que Él fortalezca lo que hay en mí de pobreza y de debilidad.

Estoy dispuesto a unirme al abandono y a la entrega incondicional de Cristo en las manos del Padre, viviendo siempre no sólo con el deseo de ofrecer lo que tengo y lo que soy, sino de hacer la donación total de mi propia vida con Él, por Él, en Él y como Él.

Quiero estar en condiciones de realizar el proyecto de Amor que Él tiene para mí y en mi vida. Quiero que Él encuentre en mí un lugar para su descanso, y que pueda convertir mi alma y mi vida en un ámbito de intimidad donde se ora sin interrupción. Estoy dispuesto a ser consciente de que el Padre vive y mora en mí, que el Señor Jesús, el Hijo, está en mí..., y poder percibir la fuerza de la acción del Espíritu en mi alma y en mi vida. Ser templo de la Trinidad, morada de Dios donde todos, especialmente los más pobres y sencillos, los más débiles y pequeños (los enfermos, y los excluidos, los marginados y los olvidados de la sociedad) se puedan sentir acogidos como en su casa.

Estoy dispuesto a ser tu testigo y a comunicar tu luz y tu paz, tu alegría y tu gozo, tu esperanza y la gracia de tu amor. Estoy dispuesto a vivir siempre en tu voluntad. A querer solo lo que Tú quieres; a no querer lo que Tú no quieres y a quererlo todo tal y como Tú lo quieres.

Y... finalmente, estoy dispuesto a reconocer mi pobreza y mi incapacidad de conseguir nada de todo esto, si Tú, Señor, no me concedes el don de tu gracia.


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